Después de haber experimentado la armonía entre las luces y las sombras, he aprendido a vivir según ciertas normas básicas que me funcionan:
No vivo presentándome según el puesto de trabajo que ocupo, sino que me presento siendo el que soy desde que nací.
No vivo insatisfecho por lo que no tengo, sino disfrutando aquello que sí tengo.
No vivo creando un personaje, vivo confiando en quien soy.
No vivo según lo que mi entorno espera de mí, sino según lo que mi interior me solicita.
No vivo según lo que la sociedad dice que debo ser, vivo según las alas con las que mi Ser puede volar.
No he construido una vida según la tradición familiar, la he forjado según mis gustos y sentidos.
No vivo sujeto a ninguna religión ni ideología política, económica o social, sino a la sabiduría de mi alma.
No vivo esquivando las crisis, las abrazo y les doy las gracias por el aprendizaje que me traen.
No vivo mentalmente, prefiero pensar con mi corazón.
Vivo sin ataduras ni apegos, ellos construían muros en mi consciencia.
No ayudo a que le desaparezcan los problemas a nadie, lo acompaño a entender mejor la vida.
La única expectativa que tengo es descubrir lo que hay esperándome detrás de mis elecciones y mis decisiones.
No hago que las cosas ocurran como quisiera mi ego, dejo que las cosas ocurran en su perfecta expresión.
No busco resultados puntuales con mis actos, ellos me sorprenden gratamente por sí solos.
No soy un producto de mis resultados, sino un producto de mis ensayos.
Vivo sintiendo, más que pensando.
No vivo interpretando, prefiero entenderlo bien, aunque lleve un poco más de tiempo.
No vivo esperando recibir algo a cambio, he descubierto que dar, me regala la energía más grande y completa jamás vivida.
No vivo creyendo que el otro es malo, todos tienen una intención positiva en la profundidad de sus actos.
Vivo sabiendo que lo opuesto al amor es el miedo.
Vivo sabiendo que soy lo que hago, soy lo que siento, soy lo que elijo, soy lo que decido, en cada momento.
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