Uno de los más sólidos pilares de la felicidad
Una de las características de la felicidad, es que todo lo que hacemos en este estado, lo vivimos de una manera natural y espontánea. Cada acto es tan sincero y natural, que a veces no nos damos cuenta de que somos felices. Es lógico que así sea, pues en este estado, no necesitamos darnos cuenta de ello. En la felicidad fluimos tal como somos, actuamos desde nuestro más profundo interior, desde nuestro ser más auténtico. Por este motivo, todo lo que vivimos, lo que elegimos y decidimos nos parece lo más normal del mundo. No hay peligros, culpas, ni miedos e inseguridades. No nos enamoramos de lo que somos, ni de lo que tenemos, ni necesitamos salir a demostrarlo. Se vive así, sin pensar en ello, con el corazón y la verdad por delante, disfrutando de esta enorme normalidad que es ser uno mismo. Las sensaciones son el gran regalo en nuestro día a día.
Sin embargo, existe un momento en nuestras vidas en el que solemos dejar de hacerlo.
Abandonamos este estado, porque a estas alturas, ya hemos escuchado muchas cosas, muchas frases ajenas, muchos tópicos y falsas verdades, muchas recetas de cómo ser y de cómo actuar, sin dejar de mencionar los estrictos y estancos dogmas en los que hemos podido ser introducidos sin nuestra autorización. Así, con la misma naturalidad con la que éramos felices, nuestras flamantes creencias van echando extensas raíces, y nuestros miedos florecen fuertes y robustos.
Nuestra mente gana espacio y control, y se adueña de todas estas dudas e inseguridades, de las que se alimenta. Éstas, sin darnos cuenta, ya han limitado a nuestro Ser, al que se culpa de querer nuestra felicidad. De esta manera se lo quita del medio, y ahora las riendas de mis actos las lleva mi mente.
Finalmente, se le ha puesto freno a nuestro Yo Mismo, a nuestra fluidez y autenticidad. Se ha dinamitado nuestra capacidad de disfrutar, y se ha cortado toda conexión natural con nuestro Yo más sincero, ése que iba viviendo y alimentándose de las sensaciones más plenas y sabias de mis experiencias en la vida.
De esta forma empieza la construcción de un nuevo Yo que esquivará todos los “errores” y minimizará todos los “riesgos” de los que me han hablado. Evitará los “peligros” y respetará todos los “no debo”. Se aferrará a la “seguridad”, y el control será su fuerza motora y guía.
Comenzaré entonces, a vivir tratando de agradar a los demás, haré aquello que dicen que tengo que hacer, dejaré mis deseos para cumplir el de los demás, copiaré las recetas de otros, sentiré lo que debo y no lo que mi corazón dicta, experimentaré poco pero seguro.
Seré alguien que no soy, pero seré aquel que debo ser.
¿El arquitecto de este nuevo Yo?
Mi mente.
¿Quién ha permitido que esto ocurriera?
Mi desconocimiento y mis creencias.
¿Quién puede arreglar esto?
Yo.
¿Cómo?
Volviendo a ser Yo Mismo.
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